Breve historia del Instituto de Geofísica de la UNAM.

En 1934 cuando el ingeniero Ricardo Monges López (1883-1986) se desempeñaba como presidente de la Academia de Ciencias “Antonio Alzate” presentó un proyecto para la creación del Instituto de Geofísica. Sólo once años después, el 21 de febrero de 1945 fue creado el Instituto por acuerdo del Consejo Universitario. Sin embargo, por falta de recursos, sus operaciones comenzaron formalmente hasta el 7 de febrero de 1949 bajo la dirección del ingeniero Monges, con el objetivo de llevar a cabo los estudios físicos de la Tierra y con la finalidad de colaborar con el gobierno mexicano en la resolución de los problemas de interés nacional por medio de estudios e investigaciones científicas en las diversas Ciencias de la Tierra, entre ellas la Meteorología y sus aplicaciones a otras ramas de actividad humana como la agricultura y la navegación marítima y aérea.

El Instituto de Geofísica es heredero de una rica tradición científica mexicana vinculada con el estudio de los fenómenos terrestres, por ello, sus orígenes se ubican en distintas dependencias, observatorios, departamentos e institutos creados en las postrimerías del siglo XIX bajo el auspicio de la Secretaría de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, tales como: el Observatorio Meteorológico y Central (1877), que contaba con un Departamento Magnético y secciones en los estados -observatorios, estaciones meteorológicas, termopluviométricas y vulcanológicas- sostenidas por particulares o corporaciones para llevar a cabo observaciones comunes de los instrumentos meteorológicos y observaciones especiales de los fenómenos eléctricos, sísmicos, agrícolas y creciente de los ríos, así como el Instituto Geológico de México (1888). Esta institución centenaria tenía diversas atribuciones, entre ellas el estudio y observación de los fenómenos geológicos y telúricos; de hecho, desde el 5 de septiembre de 1910 contó con el Servicio Sismológico Nacional, integrado con estaciones de primer y segundo orden distribuidas en Mérida (1910), Mazatlán (1910), Oaxaca (1910), Puebla (1921), Veracruz (1921) y Manzanillo (1923).

Tras la incorporación del Instituto Geológico de México a la Universidad Nacional Autónoma de México en 1929 bajo el nombre de Instituto de Geología, el desarrollo de la investigación científica fue una de las tareas sustantivas de esta institución. El Servicio Sismológico Nacional adscrito a aquel instituto, uno de los tres más antiguos de la Universidad, junto con la Dirección de Estudios Biológicos y el Observatorio Astronómico, quedó integrado en 1949 al recién creado Instituto de Geofísica, junto con el Observatorio Magnético de Teoloyucan. En 1952, se incorporó a su patrimonio y cuidado el Servicio Mareográfico Nacional.

A lo largo de su historia, el Instituto de Geofísica ha tenido varias sedes. Inició labores en una casa en la de Puente de Alvarado No. 71, de ahí pasó a la calle de Exarzobispado en Tacubaya (sede del Instituto Panamericano de Geografía e Historia). En 1953 se trasladó al campus universitario donde ocupó temporalmente el segundo piso de la Facultad de Derecho. Al año siguiente, ocupó los pisos tercero, cuarto y quinto de la Torre de Ciencias hasta 1976, tras la inauguración del circuito de la investigación científica cuando ocupó su sede actual.

Desde su creación, los departamentos en que ha dividido su quehacer han estado orientados a la Sismología, Exploración Geofísica, Espacio Exterior, Contaminación Ambiental y Exploraciones Oceanográficas. Estas oficinas han cambiado de nombre a lo largo de los setenta y siete años de historia y en función de las necesidades institucionales y científicas. Actualmente las unidades de investigación son seis en el Campus de Ciudad Universitaria: Ciencias Espaciales, Geomagmetismo y Exploración, Recursos Naturales, Sismología, Vulcanología, Radiación Solar y Riesgos Espaciales; así como la Unidad Michoacán en el Campus Morelia de la UNAM. Cuenta, además, con espacios dedicados a la divulgación de las Ciencias de la Tierra, el Museo de Geofísica en la colonia Tacubaya en Ciudad de México (2010), en el paseo de la Ciencias “Yolanda Gómez” del Campus Morelia (2014), y desde 2015 con el Geoparque Mundial Comarca Minera, Hidalgo, México. Fiel a su vocación de servicio, cuenta con el Servicio Sismológico Nacional, el Servicio Mareográfico Nacional, el Servicio Magnético, el Servicio de Clima Espacial, el Servicio Solarimétrico y el Servicio de Geodesia Satelital.

El Instituto de Geofísica ha participado activamente desde su nacimiento en diversos proyectos de escala global: la publicación de su revista Anales del Instituto de Geofísica (1955); el Año Geofísico Internacional (1957); la creación de la carrera de Geofísica en la Facultad de Ingeniería, que cristalizó en 1970; el establecimiento de la Unión Geofísica Mexicana (1960) y su órgano oficial de difusión, Geofísica Internacional. Durante las últimas dos décadas su personal participó activamente en la creación de otras dos licenciaturas de la UNAM, Ciencias de la Tierra (Facultad de Ciencias) y Geociencias (Escuela Nacional de Estudios Superiores ENES, Campus Morelia). Otro aspecto importante del Instituto fue la instalación del primer equipo de monitorio en la Estación Tlamacas, en las faldas del volcán Popocatépetl (1989).

Esta institución ha sido dirigida desde su concepción por once directores: Ing. Ricardo Monges López, los doctores Julián Adem Chain, Ismael Herrera Revilla en dos ocasiones, Ignacio Galindo Estrada, Gerardo Suárez Reynoso, David A. Novelo, Jaime Urrutia Fucugauchi, José Francisco Valdés Galicia, Arturo Iglesias Mendoza, Hugo Delgado Granados y José Luis Macías Vázquez. En los 77 años de su historia, el Instituto de Geofísica se ha convertido en un pilar de los estudios geofísicos en el país y en el extranjero y ha fortalecido dependencias e instituciones científicas como el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, el Instituto de Ciencias de la Atmósfera, el Centro de Investigación Científica y Educación Superior de Ensenada y el Centro de Geociencias en Juriquilla, Querétaro.



Texto por: Dra. Lucero Morelos Rodríguez, IGL, UNAM y Dr. Juan Manuel Espíndola Castro, IGEF UNAM