El año de 1957 fue uno de los años más importantes para el desarrollo de la Geofísica, ciencia que depende en gran medida de la cooperación internacional. Dicha fecha fue un año de investigaciones globales y cuando fue lanzado el satélite espacial soviético Sputnik I que dio lugar el nacimiento de la era espacial. A través de los compromisos que contrajo en esta ocasión, el Instituto de Geofísica (IGEF) se hizo presente en el programa internacional y adquirió elementos para su infraestructura que promovieron su desarrollo. Mucho del trabajo que se llevó a cabo se inició con varios años de anticipación como preparación para el Año Geofísico propiamente dicho. Por ejemplo, el monitor de neutrones que había sido instalado en la Ciudad Universitaria en colaboración con la Universidad de Chicago en 1954 para conocer la intensidad de los rayos cósmicos en nuestra latitud fue donado al Instituto al terminar el Año Geofísico. Durante este año el IGEF contribuyó además con observaciones de mareas, radiación solar, química y física de la atmósfera e investigaciones en Vulcanología y Glaciología, y se iniciaron los estudios de Gravimetría.

Durante la década de los 60 se creó el Departamento de Investigación sobre Espacio Exterior, se extendió la Red Sismológica aprovechando la colaboración del Servicio Geológico de los Estados Unidos y la Comisión Federal de Electricidad, y se llevaron a cabo una serie de investigaciones gravimétricas en colaboración con la Universidad de Wisconsin. Precisamente a principios de esta década, el Instituto contaba con parte del que alguna vez se planeó como dormitorio universitario y que hoy día es el Instituto de Investigación en Matemáticas Aplicadas y Sistemas. Estas instalaciones fueron parte del Instituto de Ciencia Aplicada, entidad que había sido informalmente creada con ayuda de la UNESCO para organizar la participación mexicana en el Año Geofísico Internacional de 1957. Dicho Instituto contaba con investigadores tanto del país como de la UNESCO y realizaban investigaciones sobre varios aspectos de la Meteorología, contaminación, radiación solar e Hidrología. En 1960 como este Instituto no había sido aprobado formalmente por el Consejo Universitario y en vista del tipo de investigación que realizaba pasó a formar parte del Instituto de Geofísica.

En la década de los 70 se diversificó la investigación y se profundizó en otras áreas ya establecidas. Esta renovada actividad se vio favorecida con la incorporación de una nueva generación de geofísicos capacitados tanto en el mismo Instituto como en el extranjero. A este respecto, para asegurar la formación de nuevo personal, la Facultad de Ciencias creó en 1970, a instancias del IGEF, el programa de Maestría en Geofísica cuyo personal docente en su gran mayoría era personal del Instituto. Entre 1972 y 1976 se crearon dos centros de investigación, el Centro de Investigación Científica y Educación Superior de Ensenada y el Centro de Estudios de la Atmósfera, dependiente este último de la UNAM. Para la creación de ambas instituciones se contó con una importante participación de personal del IGEF, hecho que si bien detuvo momentáneamente el crecimiento del Instituto permitió la creación de dos entidades que actualmente cuentan con dos vigorosos programas de investigación geofísica.

Durante la década de los 80 el Instituto sintió los estragos que la crisis general del país causó a la investigación. A pesar de esto, continuaron integrándose a su personal académico nuevas generaciones de geofísicos. Así, la presencia del IGEF en el ámbito científico nacional es clara y su necesidad inobjetable. Su participación en la solución de problemas de impacto social directo es imprescindible, así como en la investigación de temas que por su naturaleza sólo puede darse en el seno de las instituciones universitarias de investigación, objeto para el cual fueron creadas.

Debemos admitir que la investigación geofísica en México ha avanzado laboriosamente a lo largo de los años desde su creación y evolucionando con los tiempos. Los estudios geofísicos son costosos y los beneficios que aporta al conocimiento del territorio y ambiente nacionales no son apreciados inmediatamente. Sin embargo, aparte de las consideraciones sobre el lastre que para la ciencia significan los enfoques meramente utilitarios, es necesario hacer notar el beneficio que a largo plazo significa el conocimiento físico de la porción del planeta que habitamos. En este sentido el IGEF lleva a cabo actualmente un cometido que rebasa el marco nacional, este esfuerzo es conspicuo no solo en la investigación sino en sus actividades docentes y editoriales. Los y las investigadores del Instituto imparten cursos en los programas de licenciatura y posgrado de varias facultades como las de Ciencias e Ingeniería y en las escuelas nacionales de Ciencias de la Tierra (ENCyT) y de Estudios Superiores (ENES-Morelia) particularmente en el posgrado en Geofísica creado en el marco del Colegio de Ciencias y Humanidades en 1986 y que tenía como sede el propio IGEF. Este programa se convirtió posteriormente en el actual Posgrado de Ciencias de la Tierra de la UNAMM; en estos programas se han preparado gran número de estudiantes latinoamericanos. Por lo que respecta a las actividades editoriales, el IGEF cuenta con una sección editorial que publica sistemáticamente datos de mareas, sismicidad y valores magnéticos, así como materiales diversos entre los que se cuentan los Cuadernos de Geofísica para la divulgación de la Geofísica. Por otra parte, esta sección pública la revista de la Unión Geofísica Mexicana, Geofísica Internacional, una de las pocas revistas especializadas en español con distribución internacional.

En este breve esbozo, se han señalado solamente algunos de los eventos históricos del IGEF; sin embargo, es una verdad de Perogrullo que la parte fundamental de la institución la constituye su personal y que los logros obtenidos son méritos de toda su comunidad.

Texto por: Dra. Lucero Morelos Rodríguez, IGL, UNAM y Dr. Juan Manuel Espíndola Castro, IGEF UNAM